EL DERECHO A SER FELICES

Sin duda, una de las típicas primeras preguntas que esperamos que nos formulen al entrar en una consulta de psicología podría ser: "¿eres feliz?". 

¿Qué responderías ahora mismo a esa pregunta? Es posible que sientas que aún te falta algo en tu vida que no te permite responder afirmativamente a esa pregunta. Pero no te preocupes, no es tu culpa.

Ahora que por fin el Estado de Bienestar ha cumplido su función y los afortunados del Primer Mundo vemos cumplidas la mayoría de nuestras necesidades básicas, surge una imposición anónima de tener que proclamarnos satisfechos. Al mismo tiempo que surge una segunda imposición digital de recordarnos que siempre habrá alguien que esté más satisfecho que nosotros.

Es cierto que la juventud española media, por lo general, no ha tenido que afrontar problemas ni miserias como las que sin duda afrontaron gran parte de nuestros abuelos, aunque sorprendentemente, parece ser que somos más infelices que ellos. Pero me atrevo a lanzar una pregunta: ¿de verdad es necesario sufrir para valorar más nuestra vida? Sin duda, nuestro querido COVID-19 nos ha demostrado que no. Es posible que aquella primera caña en el bar tras el confinamiento te supiera a gloria pero, ¿y ahora? Ni valoramos más la caña de este fin de semana, ni a nuestro Sistema Nacional de Salud, ahora que ya han pasado dos años desde aquellos primeros aplausos. Pero os repito alto y claro: no es culpa nuestra.

Se habla mucho de salud mental últimamente o de nuestra pésima salud mental, mejor dicho. De que somos la generación de cristal y de que solo sabemos quejarnos entre crisis de ansiedad y depresiones. No es que no valoremos lo que tenemos, es que se ha establecido un discurso de que la vida es sufrimiento y sacrificio. Pero yo opino que no. Opino que los seres humanos hemos venido al mundo a ser felices y que no debemos parar hasta conseguirlo.


¿Y tú, qué opinas?

AUTORA: Alma de No-Louis Cañuelo.



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